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ese día sorteé la puerta de control con la maestría del viajero experimentado, en apenas diez segundos de dejar las cosas en la cinta y recogerlas al otro lado, sin ningún pitido, sin mirar a los policías, sin pararme, puro movimiento fluido, pasando por delante de un grupo de planos muy poco organizado y muy poco eficaz (aunque metódico, eso sí).

vamos, que de repente caí en la cuenta de que llevo una decena de vuelos (al menos) este año, y de que hay algunas formas mejores que otras de hacerlo, y de esperar.

que pronto era, por Dios, y menos mal que dormí por lo menos tres horas.

«El Estado asumió el rol de nivelador de inequidades» (1/2)
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19/05/2013 Tiempo Argentino – Nota – Argentina – Pag. 22

Entrevista a Roxana Mazzola
"El Estado asumió el rol de nivelador de inequidades"

La politóloga, autora de una investigación sobre la AUH, repasa los logros y desafíos del programa social.

Ana Clara Pérez Cotten | periodista

Los chicos pobres dejaron de ser considerados una amenaza para la sociedad.
En 2009 el Estado argentino intervino y garantizó cierta justicia distributiva para la niñez y la adolescencia", define Roxana Mazzola, la autora de Nuevo Paradigma. La Asignación Universal por Hijo en la Argentina (Editorial Prometeo), la primera investigación completa sobre la implementación de la Asignación Universal por Hijo (AUH), sus alcances, sus beneficios y propuestas para mejorarla.
Mazzola es politóloga, tiene 33 años y hace diez se especializa en políticas sociales, desde la gestión en el Estado –en la Jefatura de Gabinete y el Ministerio de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires– y como investigadora y capacitadora. Cuenta que el libro es el resultado de su tesis de maestría en Administración y Políticas Públicas en la Universidad de San Andrés, pero que esa excusa académica le permitió revalorizar su historia familiar: "Mi padre es hijo de inmigrantes y creció en un hogar de chicos porque su familia no lo podía mantener. Y yo, si bien nací en el seno de una familia humilde en Comodoro Rivadavia, pude venir a estudiar a Buenos Aires para formarme." –¿Cuál era el marco teórico que había cuando comenzó a investigar el impacto de la AUH? –Fui armando un marco teórico propio, alejada de los clásicos análisis sobre los programas de transferencia de ingresos que se hacen de las experiencias en América Latina.
La Argentina es un país federal y eso no es menor al analizar una medida como esta. La Asignación no es sólo una transferencia de ingresos sino que se vincula a servicios que, como la salud y la educación, están a cargo de los gobiernos provinciales. También intenté pensar cuestiones que muchas veces se dejan de lado: debatir cuál es el piso y el techo de los derechos que el Estado busca garantizar y reconocer el conflicto y la disputa política que genera la implementación de medidas como la AUH.
Quise salir de la mirada del gerenciamiento y enfocar la investigación en torno a la puja política y el conflicto de distribución, combinando teoría y práctica.
–¿Cómo modificó la AUH la agenda política? –Es parte de un nuevo paradigma en políticas: redefinió todas las prioridades en las políticas públicas de infancia y en su implementación se desarrollaron una serie de medidas de cambio para mejorar su impacto. La redefinición de las prioridades fue a nivel nacional, pero también en las provincias y los municipios. Sentó un piso de ingreso que antes no existía y generó una clara apertura de prestaciones históricamente sectoriales y para unos pocos. La AUH es incompatible con otros programas de ingreso y eso permite asignar mejor los recursos y, por la envergadura de los montos, produjo un reordenamiento de todos esos niveles de planes. Ahora, años después de la implementación, nos vemos obligados a dar una discusión. ¿Es incompatible la AUH que está en cabeza del chico con una prestación que reciba el padre por capacitación laboral? Lo que es indudable es que hoy, el Estado Nacional tomó la posta en su rol de nivelador de inequidades en un país federal, a diferencia de lo que sucedió desde mediados de los ’70 y en los ’90. Esta medida es una herramienta para la redistribución.
Además, en la salud y la educación –por las corresponsabilidades que exige– generó todo otro reordenamiento y el Estado potenció esto con el Plan Nacer, la Ley de Financiamiento Educativo, la nueva reforma educativa, la elevación del salario mínimo, vital y móvil, la Ley de Salud sexual y reproductiva, el programa Conectar-Igualdad. A veces no sirven los grandes proyectos de planificación, las políticas son un "blanco móvil" que tienen que ir mutando y adecuándose a la realidad.
Lo más importante es tener un horizonte político en el que se desee garantizar cada vez más derechos y, a partir de allí, hacer que la estructura del Estado acompañe.
–¿Cuál es el objetivo político de considerar a la AUH como una política de "blanco móvil"? –La Asignación otorga un piso de ingresos y habilita la posibilidad de ir garantizando nuevos derechos. Antes eso no existía, entonces nos quedábamos con programitas focalizados por todos lados. Sobre el nuevo piso, ahora tenemos que garantizar otras cosas como viene sucediendo.
Los derechos de una persona no se limitan a la seguridad social, salud y educación.
Tenemos que conquistar nuevos derechos y realizar una distribución del poder real, con eje también en la generación del trabajo.
–Después de la inundación en La Plata, se incluyó a la AUH entre la batería de las medidas destinadas a los damnificados. ¿A qué otras cuestiones podría aplicarse? –La AUH tiene un enorme potencial de coordinación que no siempre se ha aprovechado al máximo. Hay mucho destiempo en los subniveles de gobierno, no todos acompañan la misma mirada. Después de la AUH, las provincias quedaron liberadas de pagar ciertos planes y, ante esa realidad, hay opciones.
¿Se transfieren esos recursos a más fuerzas de seguridad o a fortalecer los sistemas de educación y salud para apuntalar la AUH? En esa reasignación de recursos hay una decisión ideológica y la realidad es que los municipios y las provincias acompañan la implementación de la AUH de manera dispar.
–Eso obliga a repensar el rol del Estado nacional en la salud y la educación…
–Sí, vamos a tener que discutirlo algún día.
La descentralización se realizó en el marco de un criterio eminentemente fiscal y de las políticas de los ’90. Así como ahora se está debatiendo sobre la justicia y su democratización, nos debemos una discusión sobre cómo volver a tener un sistema de salud y educación más sólido, justo e integral. Un piso de ingreso no basta si no se potencian las capacidades para el futuro y eso lo señala el decreto de creación de la AUH.
–¿Cuál es el impacto concreto que tiene hoy la AUH en un hogar argentino? –Permite planificar y tener asegurado determinado ingreso. Y eso no es menor, tiene consecuencias nutricionales, en salud y en el rendimiento escolar. El monto de la medida se actualiza a la par de las asignaciones familiares de los trabajadores formales –algo que no sucedía antes con los programas asistenciales– y eso permite fortalecer su impacto.
Pero requiere del acompañamiento de otros sectores del Estado. Por ejemplo, tenemos un problema grave de obesidad infantil que no distingue estratos socioecónomicos sino que está vinculado con costumbres y nuevos consumos. Entonces, ahí debería estar los Centros de Atención Primaria de la Salud con talleres e información nutricional. Eso, que es mano a mano, se puede hacer en el barrio. A nivel local, la AUH es para los municipios una inyección de liquidez que motoriza toda la economía al incrementar la demanda agregada. Y por fuera de los estigmas que sostienen que la AUH se gasta en el casino o en droga, el uso que se le da es para cuestiones de alimentación y de salud.
–¿Y en cuánto a lo simbólico? –El cambio principal es que los beneficiarios de la AUH se vinculan con el Estado de una manera más directa, clara y los dignifica.
Antes, una familia pobre tenía que entrar por la puerta del Ministerio de Desarrollo Social mientras los que tenían trabajo formal se vinculaban con el Estado por la ANSES. Ahora ANSES convoca a todos. Cuestiones tan básicas como esa generan una situación de garantías de derechos. Incluso concebida con particularidades perfectibles, la AUH no es otro programa asistencial sino que asegura condiciones básicas para permitir que todos tengan acceso a derechos universales.

–A pesar de que existe cierto consenso en la sociedad y en la dirigencia política en torno a la Asignación, son recurrentes las críticas sobre cómo gastan ese dinero los beneficiarios…
–Esos planteos que hicieron, entre otros, Ernesto Sanz y Elisa Carrió buscan estigmatizar a un sector social que tiene trabajo informal, pobre, los "negritos". Esto se sustenta, en términos históricos y teóricos, con viejas formas de mirar y prejuicios que han calado muy hondo en la sociedad, que están presentes lamentablemente en la mirada de muchos y provienen, por ejemplo, del paradigma de la "situación irregular" de la infancia de inicios del siglo XX en la Argentina cuando se consideraba a las familias inmigrantes que vivían en los conventillos como "inhábiles" para criar a sus hijos por ser pobres. Eran una "amenaza" y había una necesidad de control social: debían ser alejados de la familia, el Estado asumía su tutela y eran formados por instituciones especializadas, se los trataba como enfermos. Pero además, esos argumentos tampoco tienen sustento empírico, son casos aislados. Las evaluaciones en programas de transferencias de ingresos, sean condicionados o no, en toda Latinoamérica y también en la Argentina demuestran que generalmente se destina al consumo familiar y prioritariamente a alimentación, salud y educación.
Igualmente, si alguien puede acceder por primera vez a comprarse una heladera o unas zapatillas o un celular que quería hace mucho o lo necesitaba ¿no puede hacerlo? Los recursos son administrados en un 90% de los casos por mujeres que, como se sabe, son las que administran los hogares.
–En la investigación aboga por una concepción menos "adultocéntrica" de las políticas sociales para la infancia. ¿Es viable en la práctica? –Sí, eso se puede hacer teniendo en cuenta las expectativas, las costumbres y los modos de vida de los niños y adolescentes, haciendo efectivo su derecho a la participación. La sociología y la antropología de la infancia tienen mucho trabajo que podría apuntalar esto.
Además, hay que empoderar a estos sectores porque van a ser ellos los que mejor van a defender los derechos ganados, lejos de mirarlos como los sectores más vulnerables y a los que más perjudica la desigualdad. Creo que los Concejos Deliberantes Juveniles podrían ayudar y el voto joven va a ser un gran aporte para incentivar el empoderamiento de los adolescentes.
–En los últimos años, la integración regional generó consensos políticos que trascienden los límites de las fronteras nacionales.
¿Podría, en el futuro, la AUH ser una insignia de toda América Latina? –Se está debatiendo. Sin dudas, la AUH fue posible por el desendeudamiento y por la integración regional. Hubo una revaloración de la actitud "che, podemos hacerlo de otro modo", y esa mirada permitió la implementación de la asignación. En el Mercosur Social se trabaja desde hace tiempo en cómo hacer para integrar las distintas áreas y proyectos.
Pero entiendo que la idea no es compatibilizar las asignaciones porque eso tendría una complejidad absoluta, sino trabajar en un nuevo paradigma de política social.
–¿Cuál es la agenda pendiente para la AUH? –Hay que seguir profundizando el paradigma con la mirada siempre en el horizonte de mejorar la justicia distributiva. Tenemos que pensar qué tipo de aparato burocrático necesitamos para implementar este tipo de políticas de manera eficaz y eficiente, con un Estado inteligente. Hay que revisar el universo de programas de otros paradigmas que todavía existen. Se podría trabajar en una reforma tributaria para garantizar una cobertura de salud digna en todo el país. Y sería importante garantizar el acceso real, la calidad y terminalidad para la educación en la primera infancia y en la secundaria, los dos extremos del sistema educativo, que inciden también sobre las condiciones laborales y en las familias, en especial cuando las mujeres trabajan.

Las claves de la Asignación

está destinada a niños y adolescentes hasta 18 años de hogares con padres desocupados, que tienen trabajo informal o que ganan menos del salario mínimo, vital y móvil.

3,5 MILLONES son los niños y adolescentes cubiertos por la asignación universal por hijo, desde 2009.

340 es el pago mensual para menores de 18 años

1200 para chicos Discapacitados.

1,8 MILLONES son la cantidad de hogares en situación de vulnerabilidad.

LA AUH REPRESENTA EL 1% DEL PBI

El beneficiario tiene que tener al día la libreta nacional de seguridad social, salud y educación para certificar los controles médicos, los esquemas de vacunación y la asistencia de los niños a la escuela.

18-23% desde su implementación, la matrícula escolar aumentó entre un 18% y un 23% según el distrito.

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