El estudiante de la Universidad Nacional que tiene 56 años



Sobre El Estudiante De La Universidad Nacional Que Tiene 56 Años

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Corrían los años setentas y la Universidad Nacional de Colombia era un hervidero. El clima político y social de Colombia no le beneficiaba; comenzaron los recortes presupuestales, que afectaban a los beneficios que tenían los estudiantes y para la misma época se daba la efervescencia de la Revolución cubana, y en Colombia aumentaban los descontentos con el pacto del Frente Nacional. Entonces vinieron los cierres continuos de la Universidad por semanas, meses y años.

Para ese entonces Gabriel González estudiaba Física en la Universidad Nacional mientras que también estudiaba Ingeniería Industrial en la Universidad de América. Gabriel no era el prototipo de estudiante de la época, con el cabello largo y hippie. No, Gabriel llevaba el cabello corto, muy puntual y siempre bien vestido. «Eso sí, muy reflexivo», recuerda.

Entonces llegó uno de esos cierres, que duró una eternidad en la Universidad Nacional, así que acostumbrado a una alta carga académica (de 9 a 10 materias), decidió inscribirse a su segunda carrera en la Universidad de América; Ingeniería Mecánica. Así transcurrió el tiempo y no pudo regresar a estudiar en la Universidad Nacional «una pena», dice Gabriel. 

Al culminar sus carreras, una empresa multinacional descubrió su talento y lo llevo a trabajar con ellos por todo el mundo, recorrió toda Europa, Norte, Sur y Centro América, hasta el polo Norte, (Menos África nos dice Gabriel) y fue durante estos viajes que se enamoró de los vestigios, y de la cultura. 

Largas estadías en dichos lugares, le daba el tiempo suficiente para relacionarse con las personas, conocer sus culturas y allí surgió su interés por las humanidades. Primero por la Antropología, así que durante una pequeña estadía en Colombia, busco estudiar dicha ciencia en la Universidad de los Andes, pero el costo era muy alto. Así que decidió escribir una carta al director del departamento de Antropología de la Universidad Nacional de la época, para que le dejaran tomar unos cursos de asistente, a lo cual, el director accedió sin ningún problema.

Luego de asistir algunos meses tuvo que viajar de nuevo fuera del país. Pero su inquietud por lo social, no cesó, adelantó lecturas por su cuenta y de regreso al país hace dos años con muchas facetas de su vida ya definidas (contrajo matrimonio, tuvo hijos en el exterior, y tiene una pequeña finca donde cultiva alimentos orgánicos sin nada de químicos) se inscribió al programa del Sociología de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá.

¿Por qué no antropología? Porque me gusta mucho más el método de investigación de la sociología, dice Gabriel.

Su rutina inicia a las tres y media de la mañana. A las cuatro y treinta ha leído los periódicos; El Espectador, El Tiempo y La República. A las cinco sale a surtir los almacenes que le compran sus cultivos. Y regresa a su casa a las 6: 20. Se cambia y va a clase de 7 de la mañana. Luego de hacer trabajos en grupo, regresa a su casa a eso de las cinco. Habla con sus hijos y su esposa, cenan y de nuevo a leer; Semana, y el periódico en la Universidad, el UNperiódico (el mejor de todos apunta Gabriel) le gusta mucho leer a los premios Nobel «ahora estoy leyendo a Orhan Pamuk», comenta Gabriel.

Su oficina siempre está repleta de libros y papeles por todas partes, «dice uno de sus hijos».
«La primera vez que me topé con él, pensé que era profesor, fue en mi primer semestre en la universidad, apenas lo vi entrar al salón me apresuré también. Luego vi que entro otro hombre mayor y pensé que eran dos profesores, luego lo vi en otras clases, entonces entendí que estaba allí estudiando con nosotros», dice Paola una compañera de estudio.

«Para evitarle sorpresas a los profesores, siempre hablo con ellos antes de cada clase, y también leo los programas. Ellos me dicen, este es mi enfoque, esto es lo que vamos a hacer, y si me gusta pues veo la materia», apunta Gabriel.

Don Gabriel o don Gabi como le llaman la mayoría de los estudiantes es una persona atenta y amable. De buenas costumbres, paciente y alegre. «Siempre se le oye contando chistes y soltando grandes carcajadas con un grupo de estudiantes con los cuales se reúne en la cafetería para hablar sobre los problemas del país. Es un tremendo pensador, pero también le gusta reír», cuenta Patricia una estudiante compañera de clase. 

Gabriel es sin duda la prueba de que el ser humano siempre está deseoso y sediento de conocimiento, pero al mismo tiempo, muestra que nunca es tarde para cumplir sus sueños. Aunque ya ha sido profesor de algunas universidades, piensa ingresar a un posgrado para seguir estudiando.

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