Asunto ¿alguien Sabe Algo Sobre La Creación De La Reforma Educativa Logse En Los Años 80?
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Answer by mermelada
En 1998, una encuesta patrocinada por el sindicato socialista UGT, afín ideológico al partido que implantó la LOGSE, mostraba un descontento mayoritario hacia la reforma educativa. «La LOGSE, sin muchos apoyos», titulaba un diario nacional al comentar la encuesta[1]. Prácticamente todas las encuestas efectuadas al profesorado –y muy señaladamente al de secundaria– han demostrado hasta la saciedad que la LOGSE no estaba siendo o bien recibida o bien entendida por los profesores. Los más «logsistas», en su afán de encubrir los fallos de la ley, achacaban sus males a la falta de recursos o a que se estaba aplicando mal. Estas dos respuestas, convertidas en verdaderos eslóganes publicitarios, se han repetido hasta la saciedad. Independientemente de que pueda haber algo de razón en estas dos explicaciones, no hay ninguna duda de que la LOGSE ha sido, desde el primer momento una ley altamente polémica y, lo más importante, rechazada mayoritariamente por quienes debían aplicarla. En esas condiciones resultaba muy difícil que la reforma educativa socialista pudiera tener éxito.
La polémica sobre la LOGSE prácticamente no ha disminuido desde el mismo momento que la reforma empezó aplicarse. Tanto, que incluso sus propios impulsores llegaron a reconocer algunos fallos, o interpretaron la nueva Ley como un primer paso hacia una reforma educativa más ambiciosa, la que definitivamente iba a entusiasmar al renuente profesorado. «La LOGSE no es punto de llegada, sino el de partida», afirmaba solemnemente uno de los «padres de la Ley», Àlvaro Marchesi[2]. Y empezaba por reconocer algunos fallos: «uno de los errores que cometimos fue no tratar de forma diferenciada a los centros» . Y sigue enumerando algunos más. No han faltado los defensores a ultranza de la LOGSE, quienes no llegan a reconocer ningún fallo, se han opuesto a cualquier revisión de la misma y se mantienen en la más estricta ortodoxia logsista[3].
Contra la LOGSE se apreciaron muy pronto actitudes contrarias. Desde las más duras hasta las más templadas. «La LOGSE es tremendamente eficaz para disminuir el nivel educativo de la población», manifestaba un prestigioso neurólogo francés en unas declaraciones periodísticas[4]. Profesores y padres empezaban a criticar la LOGSE , aún reconociendo algunos elementos positivos, y planeando algunas alternativas viables. Mientras las encuestas a los profesores de secundaria mostraban un claro rechazo a la Ley, las efectuadas a los padres eran más matizadas. La encuesta del Instituto de Evaluación y Asesoramiento Educativo realizada en 1999, revelaba un bajo índice de satisfacción de los padres sobre la enseñanza de sus hijos[5]. Otra encuesta, del Instituto Opina, daba a la LOGSE un aprobado justito, un 5,5 sobre una escala de 1 a 10. Curiosamente los padres de hijos en la Formación Profesional son los que menos valoraban la LOGSE y eso que la reforma de la FP fue uno de los grandes objetivos de la Ley[6]. Incluso los sindicatos que más habían defendido la LOGSE empezaban a darse cuenta de la situación real: «La LOGSE es una buena ley, pero haremos una crítica para mejorarla», decía el secretario general de la FETE-UGT[7].
Los primeros intentos de reforma, desde la propia LOGSE
A medida que la aplicación generalizada de la LOGSE se fue extendiendo por toda España, las evidencias de sus fallos se hicieron cada vez más manifiestas. El profesorado de secundaria empezó a elevar su voz, forzando un debate sobre la compresividad tal como la entendía la LOGSE y, singularmente, en el segundo ciclo de la ESO, además de evidenciar otros fallos clamorosos, como un Bachillerato de 2 años o el alcance, cada vez más evidente del fracaso escolar o el bajo nivel de los alumnos que terminaban su educación obligatoria.
Las actuaciones del profesorado de secundaria se concretaron en diversas medidas como la proliferación de sindicatos de enseñanza secundaria[8], algo nuevo en el panorama sindical español, la publicación de manifiestos, cartas , artículos de prensa e, incluso, abundantes libros sobre lo que estaba pasando en las aulas de la ESO. Se organizaron debates, mesas redondas, asociaciones de profesores o simplemente movimientos asamblearios marcadamente anti-LOGSE[9]. Los medios de comunicación transmitieron a la opinión pública la sensación de que la LOGSE no funcionaba bien, al hacerse eco de los numerosos debates y polémicas sobre la reforma. No faltaron programas de radio y televisión para debatir la LOGSE. Muchos intelectuales intervinieron en el debate, generalmente criticando la LOGSE. Se trasladó a la opinión pública el debate educativo. Nunca, en España, la educación había generado tal cúmulo de noticias, artículos, debates , polémicas y hasta editoriales de los diarios más prestigiosos del país.
La llegada al gobierno del Partido Popular en 1996 agudizó más el debate, pues el programa electoral de este partido prometía introducir cambios en la aplicación de la LOGSE. La mayoría relativa obtenida en 1996 no permitía cambiar la Ley, pero sí introducir modificaciones en los decretos que la desarrollaban, haciendo una lectura diferente de la realizada, hasta el momento, por el Partido Socialista. El principal proyecto de reforma auspiciado por la Ministra de Educación, Esperanza Aguirre, fue el mal llamado «decreto de Humanidades», que pretendía introducir cambios en el currículum, ante el cúmulo de datos que mostraban el empobrecimiento cultural de los nuevos alumnos de la ESO. El proyecto, politizado en extremo por la oposición, no pudo salir entonces adelante. Se rechazó el borrador del Ministerio, incluso antes de que se convirtiera en un proyecto de Decreto y se impuso desde el Congreso de los Diputados al Gobierno la creación de una Comisión para estudiar la reforma de las Humanidades, presidida por el ex ministro de Educación Juan Antonio Ortega Díaz Ambrona. De todas maneras, sus intenciones y diagnóstico de la situación no estaban muy desencaminados. Al inicio de la nueva legislatura, esta vez con mayoría absoluta del Partido Popular, se volvió a rescatar el famoso decreto que la nueva Ministra Pilar del Castillo negoció con otros grupos parlamentarios, consiguiendo que se convirtiera en dos Reales Decretos Ley, de hecho, una primera reforma de la LOGSE, pero, todavía, sin tocar una letra de la Ley[10].
Lo que sí pudo hacer el Ministerio de Educación en el período 1996-2000 fue propiciar el debate y el diálogo entre la Administración y la comunidad educativa, singularmente el profesorado. Con esta intención, se organizó un gran congreso para debatir lo que estaba pasando en la ESO y analizar propuestas. Entre los días 9 y 11 de diciembre de 1999 se celebraron en Madrid unas jornadas sobre «La Educación Secundaria Obligatoria a debate. Situación actual y Perspectivas»[11], siendo Ministro de Educación Mariano Rajoy y Secretario de Estado de Educación, Jorge Fernández. Se invitaron a profesores de toda España – sindicalistas incluidos—con la única condición de que fueran docentes en activo, es decir, los que dan clase todos los días.
Tuve la oportunidad de asistir a este congreso en que los organizadores me encargaron una ponencia sobre las dificultades de atender a determinados alumnos conflictivos sobre todo en el segundo ciclo de la ESO. El título de la ponencia fue «Soluciones al problema de los objetores escolares», utilizando un concepto, el de «objetor escolar», que luego ha tenido un uso muy amplio al referirse a esta tipología de alumnado que rechaza la educación convencional[12]. En las conclusiones de las jornadas se abogaba claramente por «reformar la reforma», especialmente en el segundo ciclo de la ESO.
Con posterioridad a este congreso y ya en la segunda legislatura con gobierno del Partido Popular, el Ministerio de Educación (ya con Pilar del Castillo al frente de la cartera de Educación e Isabel Couso como Secretaria General de Educación y Formación Profesional) se organizaron otras jornadas, esta vez dedicadas a un tema clave en la ya anunciada «reforma de la reforma»: la dirección y gestión de los centros. En esta ocasión, además de debatir sobre el modelo español de dirección escolar, se pretendía sondear a los asistentes sobre la posible profesionalización de la dirección de los centros públicos. El tema central de las jornadas fue: «En clave de calidad: la dirección escolar», y se celebraron los días 20, 21 y 22 de abril el 2001.
Este congreso fue organizado por el flamante nuevo Instituto Superior de Formación del Profesorado, creado por el nuevo equipo ministerial de Pilar del Castillo, al reconvertir la antigua subdirección general de formación del profesorado en un nuevo organismo dotado de mayor autonomía. El Instituto me encargó una de las conferencias de clausura, precisamente la única de las conferencias plenarias en que se trataba de presentar unas propuestas de cambio de la función directiva. Las ideas que deslicé en esta conferencia no fueron mal recibidas y de hecho no se alejan mucho de las que luego se plasmaron en forma de artículos de la Ley de Calidad[13]. Ideas similares a las que defendí en esta conferencia fueron también expresadas por otros ponentes, como Jesús Burrel, presidente de la Asociación de Catedráticos de Enseñanza Secundaria de Catalunya o Joan Estruch, miembro de la junta directiva de la asociación de cargos y ex cargos directivos de centros públicos de enseñanza secundaria de Catalunya «Axia». Precisamente esta asociación es otro de los frutos del movimiento de profesorado surgido al calor de las polémicas sobre la LOGSE: nació para defender un modelo de dirección profesionalizado, como el existente en la gran mayoría de sistemas educativos europeos[14].
El debate sobre los itinerarios
Durante el período 1996-2000, una gran
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La reforma de la LOGSE (1990)
Desde la implantación generalizada de la Reforma del sistema educativo en España aún no ha salido la primera promoción de régimen ordinario, es decir, que hasta este curso no acabará la primera promoción de estudiantes que han cursado desde 1º hasta 4º de ESO. A estos estudiantes les quedan aún dos cursos en caso que quieran hacer bachillerato. De todas formas, ya se oyen voces discordantes sobretodo entre el profesorado de secundaria, pero también en otras instancias como la comunidad docente universitaria.
Quien se lleva la peor parte de la crítica, hasta el momento, es la ampliación de la edad obligatoria de escolarización que provoca que hasta los 16 años, en la ESO, se vean obligados a convivir estudiantes completamente desmotivados con alumnos que desean realizar una carrera universitaria.
Lo que en un principio fue concebido como un avance social y un progreso del sistema educativo, ahora suscita las quejas de parte del profesorado poco estimulado y sin recursos para gestionar esta dialéctica.
Hace falta dotar con más recursos al sistema educativo, de nuevas metodologías pedagógicas y de renovada ilusión de los profesionales de la educación para encarar un proceso de reforma que no debe ser tan solo sobre el papel, sino en las actitudes de las administraciones públicas como del profesorado.
El sistema de evaluación continua y de promoción automática de curso también está generando múltiples críticas porque, como es natural, no es tan claro como el método anterior, más taxativo y fácil para el profesorado, pero quizás da más oportunidades para rehacerse a los adolescentes que sufren situaciones de inestabilidad personal…
La Reforma relaciona mejor todas las enseñanzas desde el nivel obligatorio hasta los ciclos formativos y la universidad y el mundo del trabajo. Abre la puerta a la mejora del prestigio de la formación profesional y facilita, en poco tiempo, una mayor especialización de los estudiantes de las enseñanzas postobligatorias.
Todas estas cuestiones no serán más que fracasos si no se resuelven dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la indispensable adecuación de los programas del profesorado al nuevo sistema y a los nuevos contenidos a impartir. En segundo lugar, la dotación de recursos para facilitar que los jóvenes de cualquier rincón del país puedan tener todas las opciones para escoger a su alcance y no se vean obligados a «especializarse» en sólo lo que se les ofrece, sin poder orientarse hacia alternativas más adecuadas a sus valores, habilidades, intereses o a la demanda del mercado de trabajo. Las opciones que propone la Reforma, sin recursos económicos, no es más que una nueva forma de rigidez.
Si en los próximos cursos observamos que los problemas insinuados en la actualidad siguen vigentes o se amplían, será el momento de hacer un replanteo general. Pero dejemos tiempo al tiempo y, sobretodo exigimos a las administraciones públicas que doten de más presupuesto al nuevo sistema educativo.